Motivación vs disciplina ¿qué es mejor a la hora de entrenar?

En algún momento estamos seguros que te has planteado que quieres empezar a entrenar –o regresar- y qué objetivos conseguir. Sin embargo, adoptar hábitos nuevos o retomarlos, suele resultar complicado y, en ocasiones, nos cuesta mantenerlos a largo plazo.

Algunas personas nos dirán que es mejor entrenar la motivación para lograr las metas planteadas, mientras que otras nos dirán que tenemos que tener mucha disciplina. Entonces, ¿por cuál optamos?

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Diferencias entre motivación y disciplina

Las diferencias entre motivación y disciplina son destacables. En el caso de la motivación, se refiere a un aspecto emocional: las ganas que tienes de hacer una tarea. En la disciplina, por el contrario, hablamos de razones, sin importar si tenemos ganas o no de hacer esa tarea que vamos a hacer. Hay una razón y no una emoción para hacerla.

Dicho esto, parecería sencillo decir que para asegurarnos de que vamos al gimnasio, a entrenar o a cumplir cualquiera de los hábitos que nos hemos impuesto, deberíamos optar por la disciplina. Sin embargo, no es tan sencillo.

Por qué la motivación SI funciona

Una de las ventajas de la motivación es que viene desde nuestro interior. Es decir, se trata de algo más  intrínseco – aunque también puede haber motivaciones externas -.  En general, cuando hacemos algo por motivación es porque resuena mucho dentro de nosotros.

Recordemos que la motivación no deja de ser una respuesta adaptativa que se da para facilitar la adaptación y asegurar nuestro bienestar. La motivación se sustenta de motivos que responden a necesidades vitales. Cuánto más fuertes y relevantes son esos motivos para uno, más exigen nuestra atención y que los cumplamos.

Nuestros motivos y motivación imponen prioridades para que atendamos las conductas que son importantes. Sin embargo, la motivación es un proceso dinámico y la relevancia que tienen los motivos – “estar en forma”; “estar sano”; “beber agua para no deshidratarnos”, etc. – cambian de fuerza e intensidad.

Es por ello que, si queremos poner a la motivación de nuestra parte, debemos reforzarla y darle importancia a los motivos de manera activa, hasta que se conviertan en motivos dominantes que influyan directamente en nuestra conducta. Para ello existen diferentes técnicas. Lo primero es reconocer cuáles son nuestras necesidades, emociones, etc. Solo así sabremos cuál es el motivador que mejor funciona para nosotros.

Por ejemplo, en algunos casos será ir al gimnasio acompañado de una amistad, porque el apoyo nos motiva mucho, en otros casos ir acompañado, porque la competencia es nuestro mejor motivador. Para otros será el ponerse metas e ir cumpliéndolas, etc.

La motivación puede ser una herramienta muy fuerte y útil, pero es importante que demos con nuestro motivador más dominante.

Por qué la disciplina funciona

La disciplina, tal y como hemos mencionado al inicio, no depende de nuestra motivación. No necesitamos reforzar los motivos para hacer algo, porque da igual que estemos motivados o no: tenemos que hacerlo y no hay más opciones.

La disciplina es muy importante ya que nos ayuda a actuar incluso cuando no tenemos motivación.

De hecho, una de las ventajas de la disciplina es que puede acabar haciendo que aparezca la motivación. Por ejemplo, imaginemos que cada día vamos al gimnasio a entrenar gracias al uso de la disciplina, aunque no tengamos ganas. Es muy probable que, aunque hayamos ido por obligación y sin ganas, al terminar cada entrenamiento nos hayamos sentido satisfechos con nosotros mismos por haber cumplido con nuestras obligaciones.

Por otro lado, tras varios entrenamientos, lo más probable es que hayamos ido cumpliendo objetivos y logrando cosas nuevas. Esas sensaciones de logro y de satisfacción con nosotros mismos son grandes motivadores y pueden acabar desarrollando la motivación para seguir entrenando, pero esta vez con ganas.

La disciplina, por supuesto, también puede entrenarse: marcarnos objetivos, ponerlos por escrito, dejarnos la ropa del gimnasio preparada la noche anterior, levantarnos cada mañana a la misma hora y seguir la misma rutina o ponernos recompensas a corto plazo según vamos cumpliendo objetivos, pueden ayudar a entrenar esta disciplina.

Entonces… ¿motivación o disciplina?

La mejor opción es optar por una combinación de ambas en vez de optar únicamente por una de ellas y dejar la otra de lado. Especialmente, al principio, si estamos teniendo dificultades para encontrar la motivación, la disciplina puede ser de gran ayuda.

Por otro lado, esforzarnos en reconocer qué es lo que nos motiva, qué motivos tienen una gran importancia en nuestras necesidades, puede ayudarnos entrenar nuestra motivación. Disciplina y motivación juntas nos ayudarán a no dejar de entrenar nunca más.


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Fuente: Vitónica

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