Por mucho tiempo ha estado en el imaginario colectivo el dicho que reza: “Tienes que desayunar como rey, comer como príncipe y cenar como mendigo”. Y así lo creíamos a fe ciega porque era algo de toda la vida.
No obstante, la ciencia se ha encargado de desmitificar ciertas creencias que traíamos desde nuestros abuelos, y ellos desde los suyos, para enfrentarnos en una realidad comprobable. Y en este artículo justo trataremos ese mito.
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El desayuno no es imprescindible
Toda la vida nos han dicho que el desayuno es la comida más importante del día, y por tanto no puede faltar, así como que no desayunar tiene múltiples repercusiones en la salud.
Sin embargo, se ha descubierto que el desayuno no sólo no es imprescindible sino que no es perjudicial. Sólo es una cuestión de costumbre y por ello, quienes prefieren seguir con su práctica o tienen el hábito de realizarlo pueden continuar de igual forma.
Además, se descubrió que no desayunar no va a disminuir los músculos ni nos va a hacer comer excesivamente después, según una investigación de la revista Obesity
También mostró que en obesos el no desayunar no implica un obstáculo al momento de perder peso, sino que por el contrario, concentrar la mayor parte de las calorías en la primera comida fue contraproducente para la quema de grasas.
Por lo tanto, el desayuno no es imprescindible, comer abundante tampoco es beneficioso para perder peso y saltarse el desayunar no es contraproducente al momento de adelgazar ni nos va a perjudicar de otras formas la salud.
Cenar poco no influye en la pérdida de peso
Tal como sucede con el desayuno que deberíamos hacer como un rey, la cena siempre fue poco valorada y en ella deberíamos concentrar la menor proporción de calorías del día, según el dicho popular que estamos colocando bajo la lupa.
Sin embargo, una revisión publicada hace un año en el British Journal of Nutrition señala que no hay evidencias científicas que respalden la recomendación de cenar poco para perder peso, por lo que, no tendríamos por qué realizar la última comida del día como un mendigo si tenemos en verdad mucha hambre.
Es claro que si no tenemos costumbre de cenar o si no tenemos apetito a últimas horas del día podríamos cenar simplemente un plato pequeño o una fruta y nada más, pero si por el contrario tenemos hambre, no tiene fundamento el limitarnos pues esta práctica no está respaldada en absoluto.
En conclusión. Comer más en el desayuno porque así se recomienda o cenar poco porque lo señala un dicho popular o lo respalda mi abuela no es fundamento apropiado si buscamos cuidar la salud y no tiene base científica.
Si deseamos perder peso, lo recomendable es escuchar nuestro cuerpo, intentando identificar la presencia de hambre y apetito y responder adecuadamente, con alimentos o platos de calidad a dichas señales, además de acompañarlo con ejercicio.
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Fuente: Vitónica