Para las personas que nunca han hecho dieta pero quieren empezar una, adentrarse en ese mundo puede llegar a ser intimidante: hay muchas y muy variadas, y cada una de ellas tiene defensores y detractores.
Nos hemos dado a la tarea de recopilar las más populares o famosas para explicarte en qué consisten, por qué funcionan al principio y por qué, al final, no solo no son una buena idea sino que pueden resultar incluso un peligro para tu salud.
En FitWorld contamos con una amplia red de especialistas y centros con los que te canalizamos para que puedas obtener la mejor motivación, grandes resultados y alcanzar cualquier meta que te propongas.
#1 La dieta Dukan
La dieta Dukan se hizo muy famosa hace unos años. Fue creada por el médico francés Pierre Dukan y se basa en el consumo masivo de proteínas así como la restricción casi absoluta de los carbohidratos y las grasas. Se compone de cuatro fases: en la primera se elimina el consumo de carbohidratos y verduras, y se comen solamente alimentos proteicos con poca grasa, como carne de ave, huevos o pescado. En las siguientes fases se van introduciendo gradualmente algunas verduras, frutas y pocos carbohidratos hasta terminar comiendo de todo. En la última fase, que es la que en teoría se debe seguir de por vida, habrá que comer exclusivamente proteínas un día a la semana.
El éxito de esta dieta está en que la pérdida de peso inicial es alta, lo que resulta muy motivador, y en que no hay que contar calorías ni medir cantidades de alimentos, lo cual la hace más fácil y sencilla de seguir.
Sin embargo, está llena inconvenientes que a medio plazo ganan a las ventajas. Para empezar, una dieta que restringe tan duramente los carbohidratos, que son necesarios para que el cuerpo funcione correctamente, es por definición una dieta desequilibrada e insana. Al empezar a restringiendo los alimentos con fibra (frutas y verduras principalmente), puede aparecer estreñimiento. Por último, no es una solución al sobrepeso y la obesidad a medio/largo plazo, ya que a una estricta restricción inicial le sigue una ingesta de calorías sin control, lo que dificulta mantener el peso perdido.
#2 La dieta Atkins
El nombre de esta dieta se debe al cardiólogo estadounidense Robert C. Atkins. Consiste en restringir severamente los hidratos de carbono y aumentar las grasas para conseguir la movilización de la grasa corporal como reserva energética.
Es una de las dietas conocidas como cetogénicas que promueven la formación de cuerpos cetónicos: cadenas de grasas más cortas que son utilizadas como combustible por el cerebro y los órganos. La presencia de esos cuerpos cetónicos junto con el consumo desaforado de proteínas aumentan la sensación de saciedad, de forma que los que la siguen terminan comiendo menos, lo que favorece la pérdida de peso.
Esta dieta funciona a corto plazo porque al limitar los hidratos, el cuerpo jala de la grasa corporal para funcionar. El problema es que es una dieta completamente desequilibrada: en esta dieta, los hidratos proporcionan aproximadamente el 20 por ciento de las calorías diarias, cuando lo recomendable es que aporten entre el 50 y el 60 por ciento. A su vez, las grasas aportan hasta el 45 por ciento cuando lo recomendable es que no pasen del 30 por ciento.
A mediano plazo, esta forma de comer puede causar daños en el cuerpo: puede alterar los niveles de colesterol y triglicéridos y empeorar daños renales a causa del alto consumo de proteínas. Por otro lado, eliminar completamente alimentos comunes como el pan, la pasta o las papas puede resultar difícil de mantener.
#3 La dieta disociada
Esta dieta no es en realidad una sola, sino un conjunto de dietas basadas en el mismo principio: el de separar los alimentos, principalmente proteínas e hidratos, y no consumirlos nunca juntos. Se basan en la premisa de que el sistema digestivo colapsa cuando tiene que procesar ambos juntos, y terminar acumulando los segundos en forma de grasa, que es lo que nos hace engordar. Además de eso, pide restringir las grasas y los azúcares.
Esta dieta no tiene ninguna base científica: no hay ninguna evidencia de que el sistema digestivo necesite segregar los nutrientes para procesarlos mejor. Es cierto que las enzimas digestivas están especializadas en unos u otros tipos de nutrientes, pero todas trabajan de forma conjunta durante la digestión.
La realidad es que esta dieta funciona por otros motivos. Primero, porque restringir azúcares y grasas es una forma de reducir las calorías que ingerimos, que es lo que realmente adelgaza. Segundo, porque al separar los nutrientes hay que estar más pendiente de lo que se come, lo que nos lleva a comer de forma más organizada y generalmente más sana. Y tercero, porque pasado un tiempo, la alimentación se puede hacer más tediosa y por lo tanto comemos menos.
#4 Dietas relámpago
Nos encontramos de nuevo con no solamente una dieta, sino un conjunto de ellas, que se caracterizan por prometer resultados espectaculares en muy pocos días, como máximo dos semanas. En ese periodo de tiempo se produce una enorme restricción calórica, que puede alcanzar hasta el 75 por ciento de las cantidades diarias recomendadas para un adulto.
Imponiendo semejante déficit calórico, el cuerpo acude a sus reservas de grasa para obtener la energía que necesita, y por eso la persona que la realiza, adelgaza.
Estas dietas suponen varios problemas. Para empezar, son imposibles de mantener a mediano plazo sin que la salud empeore gravemente, ya que se puede padecer una temprana desnutrición. Los días que dure esta dieta la persona que la siga sufrirá una fuerte sensación de hambre y puede experimentar mareos, desmayos o letargo, entre otras.
Para terminar, el efecto rebote puede ser muy intenso tras una de estas dietas: tras haber pasado varios días de escasez, al volver a comer con normalidad el cuerpo puede acumular calorías en previsión de otra etapa de hambre, de forma que comiendo lo mismo que antes de hacer la dieta, podemos terminar engordando más.
#5 Las dietas detox
Las dietas detox no tienen como objetivo hacernos perder peso, aunque hay muchas personas que las promocionan para ello. Se trata de pasar un tiempo (un día o varios) consumiendo principalmente líquidos y quizá algunas frutas o verduras con el objetivo de depurar y limpiar nuestro organismo por dentro.
Son un auténtico negocio basado en la venta de jugos y licuados vegetales, pero está basado en un concepto científico erróneo: el de que nuestro cuerpo acumula toxinas presentes en los alimentos y necesita que lo limpiemos. Esto es absolutamente falso: el hígado y los riñones, cuando funcionan correctamente, se encargan de procesar y eliminar las sustancias que el cuerpo no necesita o no puede absorber. Si los riñones o el hígado no funcionan correctamente, lo que necesitaremos es un tratamiento médico, y no unos jugos.
Si alguien utiliza este tipo de dietas para adelgazar, seguro que lo consigue. Después de todo, si solamente tomas jugos, caldos o licuados de frutas, son varios días ingiriendo menos calorías de las que el cuerpo necesita para funcionar con normalidad. Pero se trata de un sistema insostenible en el tiempo porque estaremos negando al cuerpo nutrientes esenciales.
#6 La dieta de la alcachofa
Esta dieta, que existe también en otras variedades (de la fresa, por ejemplo), consiste en pasar varios días comiendo principalmente alcachofas cocinadas de distintas formas. El supuesto efecto de las alcachofas para ayudarnos a adelgazar se basa en la cinarina, un compuesto que en teoría ayuda a movilizar las grasas del cuerpo y así eliminarlas más fácilmente. Sin embargo, no se trata de un compuesto milagroso quemagrasas como mucha gente publicita.
La dieta de la alcachofa funciona por lo mismo que funcionan las dietas relámpago: es un alimento poco calórico ingerido casi como única comida durante varios días. Es lógico por tanto que nos haga bajar de peso.
El problema es también el mismo que el de las otras dietas: que es imposible (y absolutamente desaconsejable) mantener esa alimentación durante un tiempo prolongado, así que una vez que dejemos la dieta, es muy fácil recuperar el peso perdido, e incluso más.
#7 La dieta del grupo sanguíneo
Esta dieta destaca por su originalidad, ya que no se basa solamente en los grupos nutricionales de los alimentos sino también en características propias de cada persona. Concretamente, se enfoca en que cada persona debe seguir una dieta diferente según su grupo sanguíneo, ya que eso optimizará la digestión de los alimentos, mejorando su salud y ayudando a evitar la acumulación de grasas.
Se basa en una supuesta evolución humana en el tiempo. Así, las personas con sangre del grupo 0 pertenecen al grupo primigenio y son los cazadores/ luchadores, así que deben comer los alimentos que se obtuviesen y preparasen en aquel momento (carnes y pescados) y evitar el resto. Los del grupo A serían agricultores y recolectores (verduras, frutas, frutos secos y cereales), los del B serían ganaderos y granjeros (lácteos, aves y carnes) y los del AB serían una mezcla de los dos anteriores (y por tanto, podrían seguir una dieta mixta).
A día de hoy, no existe ninguna evidencia de que esta teoría tenga alguna base real, ni en cuanto a sus supuestos beneficios para la salud ni en cuanto a su eficacia para adelgazar. Restringir un grupo de alimentos nunca es positivo, pero en caso de recomendar un patrón de alimentación, en general el más saludable sería el correspondiente al grupo A: aumentar el consumo de frutas, verduras, frutos secos, semillas y cereales, limitando el consumo de carnes rojas.
¿Cuál es el problema de todas estas dietas?
Hacer cualquiera de estas dietas para bajar de peso es totalmente desaconsejable: cambiar de forma brusca nuestra forma de comer para seguir unos patrones estrictos puede dar resultado a corto plazo pero es difícil de mantener, y una vez que dejemos la dieta, el peso perdido se recupera fácilmente.
El principal problema de estas dietas, sin embargo, es que no nos enseñan a comer mejor. Muchas personas no llevan una alimentación tan sana y equilibrada como deben por falta de tiempo, de interés o de ganas, pero esa es la clave para mantener un peso saludable. Hacer dieta no nos educa para que mejoremos nuestra alimentación, sino que nos marca un camino estrecho del que no debemos salirnos. Si en algún momento nos salimos, volveremos a nuestras antiguas costumbres y no habremos aprendido nada.
Tener una alimentación sana y hacer ejercicio físico, son los dos pilares básicos de una vida saludable. Además, pueden ayudarnos a perder peso si estamos por encima del nuestro recomendable. Siempre será de forma más lenta que si decidimos someternos a una dieta estricta, pero normalmente también de forma más estable y sostenida en el tiempo.
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Fuente: Xataka Ciencia